Cincuenta casitas, no más, alineadas en semicírculo a lo largo de la pequeña bahía. Todas blancas con persianas color cielo, a pocos metros de la sutil playa de piedrecitas. El agua del mar es límpida, transparente y limpia. Sumerjo los pies y me relajo, sentada en el suelo. Acabo de llegar en Loutro, con un buque llamado Dascalogiannis, viejo y …
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