En las islas Baleares abundan maravillosas calas, pero no tanto así en Formentera, donde la mayoría de la costa son playas abiertas. Sin embargo Formentera también tiene su cala con encanto y esa no es otra que Cala Saona.
Se trata de una cala pequeña, de 140 metros de largo y 200 de ancho, y cuyas aguas tienen un azul turquesa que no tienen nada que envidiar a cualquiera de esas playas caribeñas que se ven en las postales.
Aunque Cala Saona es una playa casi virgen, su fama ha comenzado a pasarle factura. La masificación es un hecho en los meses de verano, y la limpieza de sus aguas ha comenzado a resentirse por la cada vez mayor presencia de embarcaciones.
Aun así, es un lugar especial, cuyas aguas cristalinas y fina arena conforman un entorno con muchísima magia.
Una de las costumbres más arraigadas entre los visitantes es la de apurar el día en Cala Saona para poder ver la puesta de sol, así que, ante las maravillas que contaban de aquel acontecimiento de la Naturaleza, me apunté a ese plan y decidí que mi visita se alargaría hasta ese momento para poder contar de primera mano la experiencia.
Mi llegada a Cala Saona se produjo poco después de la hora de comer. No tuve problemas para aparcar, ya que hay una explanada bastante amplia destinada a ello, pero la numerosa presencia de vehículos ya me alertó de que el estado de la playa no iba a ser tranquilo ni sosegado.
Coger sitio cerca de la orilla a esas horas es poco menos que una utopía, de manera que ni me lo planteé. Simplemente me limité a alquilar una hamaca y a dar un paseo para observar el entorno, a la espera de que según pasaran las horas, la afluencia de gente fuera menor para poder ponerme un poquito más cerca del agua. Pero no hubo manera.
Cala Saona está ubicada entre dos acantilados, y se podría considerar un entorno casi salvaje de no ser por la presencia al fondo, tras un pinar, de un impresionante hotel de 4 estrellas que, a decir verdad, rompe bastante la magia del lugar. El truco está en no mirar hacia atrás y centrarte en las maravillas que tienes delante de tus ojos.
Aunque en teoría se trata de una cala donde se puede practicar el nudismo, la verdad es que yo no vi que ese fuera el tipo de público que la visita. Aparte de algunas chicas monas luciendo palmito, lo que se ve por allí son muchas familias, lo cual es hasta cierto punto lógico porque Cala Saona es una playa ideal para niños por su escasa profundidad. Puedes andar metros y metros sin que te cubra.
Cerca de las rocas se dan cita practicantes de snorkel, y, además la presencia de barcos en las inmediaciones suele ser muy notable, es de suponer que muchos de ellos también se acercan con la intención de explorar las transparentes aguas de Cala Saona. Si a la belleza del entorno se le une que las condiciones son ideales para fondear, no es extraño que la cala esté siempre abarrotada de yates.
Tras un recorrido por los alrededores, una reparadora siesta y el preceptivo baño, llegó la hora de buscar acomodo para disfrutar de la puesta de sol. Entre las rocas hay chiringuitos y restaurantes, de manera que se puede disfrutar del momento cenando con un maravilloso paisaje de fondo, o como es mi caso, saboreando unas birras bien frías.
Y debo de reconocer que por muy bonito que te lo pinten, la realidad supera a la imaginación. El color rojizo sobre el mar, con el dibujo de los barquitos sobre el horizonte es todo un espectáculo de los que merece vivirse al menos una vez. Los móviles de los allí presentes echaban humo, lo que no es de extrañar, porque es uno de esos momentos que te hacen sentir vivo.
Lo cierto es que me gustó tanto el sitio que no pude evitar acercarme al Hotel Cala Saona para comprobar si tenían habitaciones disponibles. Para mi sorpresa, así fue- esperaba que estuviese lleno- y pude alojarme esa noche allí gracias a una cancelación a última hora.
Aunque tengo que reconocer que no es barato, el hotel es una auténtica maravilla. Un cuatro estrellas al que no le falta detalle, y en el que te sientes como un rey. Si quieres conocer Cala Saona y disfrutar al mismo tiempo de una estancia a todo lujo, es un lugar súper recomendable. Y aunque no todo el mundo pueda darse un capricho como este cada día, despertar por la mañana y ver la luz del sol entrar en tu habitación con un paisaje como el de Cala Saona enfrente, merece la pena.
ESTAS SON VISTAS MARAVILLOZAS DE LA NATURALEZA,PERO YO EN MI OPINION COMO PLAYA PARA DISFRUTAR EL VERANOS EL AGUA Y LAS COMODIDADES QUE HAY ME QUEDO CON LA PLAYA MAS LINDA DEL MEDITERRANEO.Y ESA ES LA PLAYA DE GANDIA.VALENCIA ESPANA
LA MAS BELLA GANDIA