Lo llaman el teleférico de Stalin. Definición impropia, pero hasta cierto punto. Porque es cierto que la red de teleféricos que surcan los cielos de la ciudad georgiana de Chiatura, a 220 kilómetros al noroeste de Tiflis, fue lanzada en 1954, un año después de la muerte del líder soviético, pero la obra y la ciudad están estrechamente vinculadas con el controvertido Iosif Vissarionovich, que era de origen georgiano y que en esta ciudad tuvo sus primeros grandes éxitos políticos.
Es una increíble red de teleféricos, nacida para servir las minas de manganeso de la ciudad, llevando tanto los mineros como el material. De los 21 pares de cabinas, todavía 15 permanecen en servicio, casi idénticas a como estaban hace 50 años, en su exterior de metal de apariencia vintage y vagamente inquietante. Y aunque la ciudad y su contorno, muy empinado, rodeado por bosques y clavado en el valle del río Qvirila, no tengan una vocación turística natural (también gracias a los edificios estilo comunista) es la audacia de la obra en sí en ser fuente de atracción: quienes la han visto la definen como uno de los proyectos de ingeniería más fascinantes del planeta.
La construcción de una ciudad funcional para la extracción del metal es de 1905, pero el proyecto tardó casi 50 años antes de concluirse: a día de hoy, de hecho, el aire es claramente el camino más rápido y eficiente para domar la orografia de la zona.
Y aquí entra en juego Stalin. El futuro dictador soviético, durante la Revolución Rusa de 1905 (Georgia es parte del imperio ruso desde hace casi un siglo) es un propagandista muy activo de la zona. Y justo en Chiatura deja su marca, conquistandola con su oratoria para la causa de los bolcheviques, única ciudad en un area menchevique. Así nació la leyenda del «sargento mayor Koba» – así fue bautizado – que Stalin logró hacer vivir hasta después de su muerte, a pesar de las deportaciones repetidas que ordenó de las zonas del Cáucaso para Siberia.
Cuáles son los méritos del sargento mayor Koba en el proyecto todavía no se sabe. Es un hecho que los primeros líderes del movimiento obrero tenían bien claro los problemas de la ciudad, donde cerca de 4.000 mineros se vieron obligados a turnos agotadores, del orden de 18 horas, con pernoctaciones frecuentes en la mina, también a causa de las dificultades logísticas (resueltas luego gracias a la red de teleféricos). Hoy en día siguen llevando a los trabajadores y el metal, pero están empezando a atraer la atención de los turistas. A pesar de su aspecto tan antiguo y de los accidentes muy frecuentes, la gente está empezando a ver esta red como un atractivo más allá de los problemas que generó y las vidas que se llevó por delante.